Yo tuve un amor azul
y sus trenzas envolvieron
la redondez de la luna. Nací
al repique de campanas; besos
manchados en caprichosas tinieblas.
Amé, quise, me embriagué de ojos,
Grabé en mi mente la Ley.
Rocé altares, silencioso,
mientras mis huesos se helaban
y el otoño enlozaba jardines,
sepultaba babosas de dos en dos.
Pasaban a trote de caballo
corazones envueltos en tez morena,
cabellos de trigo, manos de pan.
Pasaban, pasaban...
Los muros de la catedral cernían
su sombra sobre mis pasos;
los besos se derramaron sin ser vistos
por la seda de tu piel,
Miles de cirios fueron prendidos,
se atascó el reloj de arena.
Sacudidas bruscas de las entrañas
formaron islas humanas;
Nos desnudamos sin pudor.
Maremotos de días sin horas
nos devolvieron a la playa;
me senté en el brillante alquitrán.
Sin cruz de guía
ni horario de domingo
vago en mi isla de manzanos.
Tardía fruta que no se deja
amasar entre mis dedos.