Ya no valen lamentos.
Las rabietas no sirven.
La protesta es inútil,
si la verdad encubre.
Las trompetas no tapan,
el dolor recibido.
Sollozar lamentando,
los errores vividos.
No resuelve las penas,
del agravio infringido.
No importa la promesa,
sin un fiel compromiso.
Fieros son los embates,
de la mar procelosa.
Vapuleo constante,
del barco que zozobra.
Más a flote mantiene,
su deshecha estructura.
Las olas dirigiendo,
su posible destino.
El abrazo fractura.
Cuando la fuerza bruta,
sustituye al cariño.
El cerebro se achica,
si el fuerte es aplaudido.
Pertinaz la carcoma,
que horada el raciocinio.
Funesta la venganza,
que inicia su camino.
Salpicando de horrores,
con cada sacrificio.
Simulando justicia.
Agrandando los mitos.
Entre las sombra viva,
cual venenoso ofidio.
La razón se deshace.
Roto ya el equilibrio.
A gritos desgarrada.
Soportando el martirio.
En sus carnes abiertas,
se descubren los vicios.
Tornando lentamente,
a un final sin principios.
Dame un soplo sincero,
que aliente mi camino.
Un generoso impulso.
Una mirada noble,
que la sombra descubra.
El melodioso trino,
de los gráciles mirlos.
La profunda ternura,
de un madre a su hijo.
El cálido recuerdo,
del tiempo ya vivido.
A. L.
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