Abril tiende su manto amarillento,
y ocultas en su hilado, las memorias,
vestigios de un testigo soñoliento,
que vió tras su cristal tantas historias...
Y visten las heladas su glorío,
voraces, enérgicas, precoces...
(¡Cómo marchitaba el cruento frío,
tu piel, con sus sátiras atroces!)
De acordes mis pasos acompaño,
hiriendo tristes hojas que danzaban;
(mas ¡cuánto mas crujían las de antaño,
aquellas que a tus pies se abalanzaban!)
Repasa la otoñada sus memorias;
y esas que dormían en mis miedos,
cual aves insumisas, migratorias,
regresan en abril, entre sus dedos.