Era el humo de una balada nocturna
y el tedio de su soledad azul.
Era la boca del laurear tímido y los nudillos hechos polvo, queriendo derrumbar los muros del silencio asesino.
Era la herida del labio. El dominio de su virgen de sueños infames y pasados de coitos rotos.
Era el bouquet a madera y a llanto;
a bríos y orgullo traspapelado.
Era la tez pura... la fotografía de mis constelaciones revelada en el cuarto oscuro de mi cielo personal.
Era él, compás quedo en sus cabizbajos ojos; cuerda gutural detonante de una perla líquida al insinuar de un amor desesperado.
Era el estoque al corazón que defendía.
Cierta noche, apretó los dientes, los puños y una sutil injusticia...
Su par, dentro de ellos,
sintió un despedazarse lento,
como su llegada,
y precipitarse al vacío,
el último sueño.
Yamel Murillo
Incisiones
El Diario de Paloma©
D.R. 2018