El Sol se fue retirando,
al descanso merecido.
Más allá de las montañas,
donde se oculta su nido.
Diole la mano a la Luna.
Para ayudarla a salir,
de su blanca residencia.
Y con respeto le cede,
su necesaria presencia.
Limpia la voz que se alza.
Heridas de la conciencia.
Dando paso al corazón,
para que le de su esencia.
Cálida voz asomada,
al quicio de la verdad.
Sueña tornar al camino,
que le de la libertad.
Graba el abrazo fraterno,
en el cuerpo su poder.
En una huella indeleble.
Volcando todo su ser.
Como derrama su vida,
para el que quiera beber.
Acaricia con ternura,
el tenue brote que nace.
Dando paso al nuevo ser,
para que en el llanto crezca.
Con el generoso aliento,
que bebe del interior.
No hay sacrificio mayor.
Que dar la mano al que cae,
arriesgando el propio yo.
Dando paso a la nobleza,
que busca al ser superior.
Tan humanamente humano,
para entregar lo mejor.
Sueño que cede a otro sueño.
Dolor que al placer da paso.
Mano que cede el testigo,
en generoso traspaso.
Voz que al ceder enmudece,
para que se alce otra voz.
Que el amor que se recibe,
amor de a otro corazón.
A. L.
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