susoermida

MUJER DISTANTE.

 

I

Mujer distante, inaccesible, estos mis labios
guardan un calor emergido de tus besos,
tienen sus aguas el roce de tu elemento.
Tú entras por mis ojos como un golpe solar
y siento el tránsito de tu claridad inundar mi alma y mi piel.

Solo tú, mujer distante, deseo comprimido en mí,
puedes acercar lo disperso que en mi se instala.
Solo tú puedes unir estos trozos desorientados
que yacen tirados en cualquier camino de mis caminos.

Te esperaré en el banco de los olvidados
contando las horas como cuchillos repetidos,
viendo mi sangre entrar y salir.
Te esperaré donde los olvidados duermen su sueño,
donde la vida es camino, cruce y frontera.
Siempre permanecido, a todas horas y a todas noches,
en todos los lacerantes días que cuento con ojos de fuente.

Y veré pasar la vida, sabiendo que aun queda vida,
sabiendo que te quiero por encima de la mía.

II

Hoy te escribí un verso mujer distante, con
un contenido de batalla que me lastimó la sangre
en su recorrido. No sé ni lo que escribí, quizás
fue sangre tendida sobre un océano blanco.
O quizás fueron mis ojos, ávidos, que vieron
aquello que ya no existe después de ser.
Fue un verso doliente, fuego y agua, tierra y mar,
o quizás simplemente fue una vela
de angustia y melancolía que yo encendí.

Hoy te escribí un verso, mujer encerrada en mí,
con furia. Después lo rompí en pequeños trozos
como finas gotas de una inmensa lluvia.
Después bese el aire, porque en el quedaban
las palabras transparentes, ya ignoradas.
Mi deseo te buscó de nuevo y la noche
me venció y dormí sobre los restos de mí
alma partida, rotundamente rota.

III

Mujer distante, estas con tu presencia sobre mis cosas.
Allí donde yo extiendo mi mano esta tu mano.
Allí hacia donde miro están tus ojos de profundidad uniforme.
Allí donde recuerdo estas tu con tu jefatura corporal.

Mujer distante, este hombre que te escribe
desde donde nacen los ríos que riegan las profundas raíces,
te busca cada día y te llama en todos los momentos,
en palabras y en susurros,
despacio, quedádamente, sujetando el
pecho cada vez que el latigazo se hace verso, sosteniendo mí
estructura cada vez que el peso de tu ausencia me vence.