luisa leston celorio

EL AVARO DON TOMAS

 

 

Don Tomas  el tendero anochecía en su tienda

tras jornadas muy  afortunadas por llenar su faltriquera

vendiendo al diablo su alma.

 

 Haciendo montañitas de monedas disfrutaba

con dineros  ganados con engaños a su clientela

que a cambio de atuendos dejaban parte de su hacienda.

 

La estancia la iluminaba un cabito de vela

pues el   usurero comérciate  más luz no precisaba

para contar lo  que según su criterio otros malgastaban.

 

Al ver tantas ganancias su  corazón  se le aceleraba

y los ojos chiribitas hacían porque los cajones se le llenaban

de monedas que no gastaba  salvo en comer unas tristes migajas.

 

Tanta era su regocijo que sus manos refregaba

  a la vez que fuertemente soplaba y  resoplaba,

y así ha sido como una noche la vela se quedó sin llama.

 

 Con insistencia  buscó un fosforo para hacer una flama,

Y  no hallando cerillas la diminuto cabito por siempre se quedó  apagada

y su mente y alma de  angustias bien pertrechadas.

 

A tientas y temeroso  guardo su caudales en sus arcas

Asegurándose de que nadie su tesoro encontrara

Pues buen trabajo le costaba adquirir sus ganancias.

 

A tientas quería introducir la llave en la cerradura del arca

Cuando una ráfaga fría azotó su alma azorada

por los temores que le producían la oscuridad de la estancia.

 

Una figura siniestra a su espalda le vigilaba

con sonrisa que le salía de boca desdentada

a la vez que a su hombro lucía una guadaña.

 

Silencioso se  quedó Don Tomás

pues figura tan funesta imposible que a él le buscara

ya que era joven y la vida aun le sobraba.

 

Sus ojos cerraba y abría a la vez que los frotaba

pues no podía creer que ante él tuviese la Parca

con ademanes de llevarle hacia la infernal  morada.

 

-Aquí estoy caballero de cartera bien forrada

para llevarte conmigo a cruzar la ensenada

donde no necesitaras equipaje ni  monedas doradas.

 

- Bien le pagaré si me concede  disfrutar unas jornadas

pues aun no he gozado de mis enormes ganancias

-Le dice el avaro caballero a la astuta Parca -

 

 

-¿Y qué harías con tanta fortuna atesorada?

¿Podrías en dos días no dejar un centavo  en tus arcas?

Pues de no ser así, ¿para qué precisas más jornadas?

 

-¡Malgastar mi tesoro por dos días de andanzas?

¡Antes prefiero la muerte que ver vacías mis arcas!

Lo que yo pretendo es volver a recontarlas.

 

Un inmenso frio sacudió su alma

Y clamando al cielo rogó por salvarla

De las garras de la funesta Parca.

 

Luchaba con su corazón que le interrogaba

De  si estaba arrepentido de la codicia que le abraza.

Mas en su lucha arrepentimiento no alcanzaba.

 

Dando rienda suelta a su imaginación buscaba

Disculpas para no ceder  de manera  motivada,

Pues no quería seguir lo que su conciencia le aconsejaba

 

Debía repartir sus bienes  con quien penurias pasaban

Pero eso en su cabeza bien no cuadraba

Pues de delirar a su corazón acusaba.

 

-No escuches tú cansino corazón

Pues sólo sabe de bondades banales

que te dejará sin calderilla - Su mente le aseguraba-  

 

Cansada la Parca de tanta espera

La afilada guadaña le enseñaba,

Entonces el avaro comerciante gritaba:

¡¡Me voy!!  ¡Me voy contigo si me prometes

no echar mis caudales a la hoguera, maldita Parca!!!

 

Luisa Lestón Celorio- 2018

Asturias- España-

Registrado en derechos de autor. Oviedo