Don Tomas el tendero anochecía en su tienda
tras jornadas muy afortunadas por llenar su faltriquera
vendiendo al diablo su alma.
Haciendo montañitas de monedas disfrutaba
con dineros ganados con engaños a su clientela
que a cambio de atuendos dejaban parte de su hacienda.
La estancia la iluminaba un cabito de vela
pues el usurero comérciate más luz no precisaba
para contar lo que según su criterio otros malgastaban.
Al ver tantas ganancias su corazón se le aceleraba
y los ojos chiribitas hacían porque los cajones se le llenaban
de monedas que no gastaba salvo en comer unas tristes migajas.
Tanta era su regocijo que sus manos refregaba
a la vez que fuertemente soplaba y resoplaba,
y así ha sido como una noche la vela se quedó sin llama.
Con insistencia buscó un fosforo para hacer una flama,
Y no hallando cerillas la diminuto cabito por siempre se quedó apagada
y su mente y alma de angustias bien pertrechadas.
A tientas y temeroso guardo su caudales en sus arcas
Asegurándose de que nadie su tesoro encontrara
Pues buen trabajo le costaba adquirir sus ganancias.
A tientas quería introducir la llave en la cerradura del arca
Cuando una ráfaga fría azotó su alma azorada
por los temores que le producían la oscuridad de la estancia.
Una figura siniestra a su espalda le vigilaba
con sonrisa que le salía de boca desdentada
a la vez que a su hombro lucía una guadaña.
Silencioso se quedó Don Tomás
pues figura tan funesta imposible que a él le buscara
ya que era joven y la vida aun le sobraba.
Sus ojos cerraba y abría a la vez que los frotaba
pues no podía creer que ante él tuviese la Parca
con ademanes de llevarle hacia la infernal morada.
-Aquí estoy caballero de cartera bien forrada
para llevarte conmigo a cruzar la ensenada
donde no necesitaras equipaje ni monedas doradas.
- Bien le pagaré si me concede disfrutar unas jornadas
pues aun no he gozado de mis enormes ganancias
-Le dice el avaro caballero a la astuta Parca -
-¿Y qué harías con tanta fortuna atesorada?
¿Podrías en dos días no dejar un centavo en tus arcas?
Pues de no ser así, ¿para qué precisas más jornadas?
-¡Malgastar mi tesoro por dos días de andanzas?
¡Antes prefiero la muerte que ver vacías mis arcas!
Lo que yo pretendo es volver a recontarlas.
Un inmenso frio sacudió su alma
Y clamando al cielo rogó por salvarla
De las garras de la funesta Parca.
Luchaba con su corazón que le interrogaba
De si estaba arrepentido de la codicia que le abraza.
Mas en su lucha arrepentimiento no alcanzaba.
Dando rienda suelta a su imaginación buscaba
Disculpas para no ceder de manera motivada,
Pues no quería seguir lo que su conciencia le aconsejaba
Debía repartir sus bienes con quien penurias pasaban
Pero eso en su cabeza bien no cuadraba
Pues de delirar a su corazón acusaba.
-No escuches tú cansino corazón
Pues sólo sabe de bondades banales
que te dejará sin calderilla - Su mente le aseguraba-
Cansada la Parca de tanta espera
La afilada guadaña le enseñaba,
Entonces el avaro comerciante gritaba:
¡¡Me voy!! ¡Me voy contigo si me prometes
no echar mis caudales a la hoguera, maldita Parca!!!
Luisa Lestón Celorio- 2018
Asturias- España-
Registrado en derechos de autor. Oviedo