Santiago Miranda

Pero el ángel de lo real

 

Se asoma, tras otra mirada punzante
Rompehielos del alma cúbica y contenida
En su hielo distante, que es el silencio
Sino el habla primaria, eléctrica le gustaría
Encender todas las radios y de golpe
Emitir el fulgor del rayo, despertar y remover
Del vetusto letargo, por entregar en dignas condiciones
Al viviente de sus posibilidades y no de otras
Y no de abortos existenciales. Oh cuántos ya
Serán los que de hoy nuevamente se posponen
Al día eternamente suspendido casi dado por muerto
La liberación del prójimo del nadir al cenit, deber
De nadie, más columnas de desplazados a sus labores, veo
Sin siquiera llegar a conocer algo de lo que fueron
Momentos de todo lo dado y acabado en sí
Nada hay más en esta construcción cuya meta es duda
Acumulación por amor a la acumulación hasta el olvido
/No es posible pensar si un espacio, no es posible
Ser sin un espacio/se evidencia lo vacío que es
Uno dentro, en el ataúd de lo real; el ángel se asoma y disipa
Tras el fuego insinuante de cada revolución
Crimen justificado, parto de liberación; nadie quiere
Entregar su resguardo a la duda, apostar
Una vida entera de sinsabores por probar bocado
Eterno, nadie quiere remover de sí el yugo de la entretención
Y la distracción contante de la molesta, herida
Ya no es real, solo está pálida luz, sabor irreal
Y sonido modelado digital, mente de redes capturando
La vulnerabilidad del sujeto moderno, nunca la historia
Conoció uno igual, tan dependiente de su angustia
Tan entregado a su muerte y dado la vuelta
A la capacidad de consumirse velozmente, arder
Su enfermedad vital, cabizbajo lo veo irse como el día