Cuya coraza cuarta sanguinaria,
asidua voz de acecho perentorio
por quien del humo fuera partidaria,
máquina perseguida en crematorio.
Inusual atajo enjuga el plasto;
savia espesa en tu derrame
de quien lo verde alinea rastro;
a hornear distancia tuya,
a llover recuerdos por quien
adame a ti elegía argenta.
Frecuentemente escucho eterna tu voz,
pero más acorazado el corazón
que recoge las cenizas de tu partida,
que entierra siempre mi mortal destino.
Te fuiste y acabó el verano;
los caminos verdes
se quemaron por tu ausencia;
llovieron recuerdos, lamentando amar,
enamorando ahora a la tristeza.
Hace tanto frío que el espíritu
se ha acurrucado en donde
alguna vez dormiste