Una orquesta de silencios
sacude la saeta dentro del pecho,
así como una voz en los bosques;
una sombra canora se apoya entre los dedos
y la curvatura perfecta acicala
un misterio más allá de todo:
me vuelvo en mi cárcel un pájaro
en mi locura expío la carga mustia,
y al ser pájaro de miel, pájaro de silencio,
me nombro golondrina
y una orquesta de esos origamis y el silencio
con que callan las tempestades
y la daga en las costillas rajando el borde
del corazón
y la sacudida salvaje me retuerce de preguntas
(preguntas vacías),
y esa saeta herida, esa saeta maligna
y ese rebaño de aves
el origami de mi alma torcida
y un viento que pone agujeros
y así rondando ese desertor de sílabas,
voy clamando el silencio en mi lecho de muerte
y en un elíseo lleno de aves
y un alma donde no cabe un papel ajado.