Esta vez no te escuché,
abriste la puerta sin hacer ruido,
entraste de puntillas,
sigues en silencio,
estás simplemente;
cómplices te acompañan
las estatuas hechas hojas.
Oscuridad, nunca tanta antes del alba,
el canto del gallo prepara la danza
mientras se intercala con el silencio,
irrumpe el viaje de muchos a lejanas tierras
dejando estela de olvido y de sueños pendientes.
La ciudad despierta
en la penumbra temprana:
el primer visitante se desliza bajo la puerta
arrastrándose herido sobre el piso
derramando lágrimas en tinta de cualquier titular.
Hay unas alas que quieren descubrir,
se alejan, las ensordece el silencio
intentan posar en la rama
salen volando desconcertadas.
Viaja despabilado el olor de la mañana
en humo de leña desvelada.