El crepúsculo ya se había marchado,
y el silencio llegó; fría la noche,
envolvía nuestras cálidas miradas
Que ardían cual chimenea en invierno
Quizá, las palabras se fueron en forma
de espiral hacia lo eterno, ahora
Bajo dos árboles estaban flotando,
sintiendo el fresco aire recorrer
sus cuerpos con sentimiento de
complicidad.
Las palabras que no existían,
en ese instante se tornaron besos.
Las miradas candentes fueron abrazos.
El silencio lo envolvía todo en aquel
momento, en el plexo solar las
cosquillas generaban remolinos de
emociones, y cuando la noche
no lo esperaba él dijo juguemos
piedra, papel o tijera, él ganó, su
premio: dormir en nubes de colores
bajo el infatigable calor del amor
de su amante, en esa ocasión
Las caricias que brotaban de los cuerpos
Traían consigo el canto de antaño.
La brizna de oro que enciende las mañanas
Encendía la pasión inmaculada.