Libérame, atadura.
La nostalgia y la tristeza en su vaivén infinito,
galopan por mi alma, suben a mi sueños,
en el raudo tormento mi corazón no descansa,
se convierte en río esta amargura.
Qué ínfimo muelle en que me hallo,
y sólo tu voz desordena la niebla,
solo tu ser aviva mis pasos,
¿Quieres que te quiera en la flor de la agonía?
Heme aquí a tu sombra desnudo,
en tus ojos hay un piadoso relámpago.
Libérame, mundo,
en el inmenso balcón oteo la penumbra,
donde cielo y montañas trenzan sus secretos,
me pregunto si aquella lontananza
ceñirá algún día mi cintura,
y mi tristeza será sólo un lamento.
Dime amante, ¿por qué amas a quien es silencio,
por qué tus labios besan mis pesares?
¿Qué tragedia aferra nuestras vidas?
Me has dado el fuego en pequeños combates,
has cedido la flor para mis espinas,
y sólo de cenizas están hechos los deseos.
Ah! Libérame serpiente del amor.
Hace tiempo te quiero, pero mi alma es una barca.
Aciaga está verdad en que el alma se rompe,
y sólo el pensamiento arde victorioso.
Hoy mis lágrimas son un pueblo.