A veces, de repente
se me atora la nostalgia en la retina.
Y entonces recuerdo tu cabello suelto ondeado por el viento,
tus manos grandes y fuertes agarrando mi espalda,
el olor de la lecherita en el maracuyá.
Todo tan bonito,
como besarte la nariz en las mañanas mientras dormías,
o como las sopas de tomate con pan.
Eres como esos atardeceres naranjas en la playa,
que te deslumbran,
te llenan el alma,
y luego se van.