Santiago Miranda

El placer es un deber

 

Antetodo, la estética no va
Ante la ética, la posición de uno
En tanto otro, en el horizontalismo, la búsqueda
Incansable de una virtud que solo existe dentro
De quien no existe del todo sin alteridades tan
Dependiente de validaciones metafísicas tan
Frágil dejado a sí pero fortalecido en soledad

Ah qué fácil es quebrar otro espíritu, basta
Una mirada o un silencio, gruñir monosílabos
A veces la omisión de lo mínimo, la nada
Casi la misma nada, pero el placer habla su ruido desde el fondo
Vocación reincidente, llama, a cada uno por su nombre
Desconocido, aún a cumplir forzosos los rituales
Del iniciado por algo más que azar en los misterios dolorosos
Del placer y conocerse irreconocible desde su plano
Y uno ciego e iluminado va y se ensucia las posibles manos
Ah qué fácil es quebrar otro espíritu por buscar el propio placer

Cuánto de bestia hay en el ser civilizado
Cuán salvaje se es el cuerpo en el cuarto oscuro
E ilimitado, flagelo en el éxtasis, como en el espacio
Alguien puede gritar; nadie es escuchado
Cuán salvaje se espera ser el cuerpo en el vacío cerrado
Sin testigos y sin evidencias cuando los ha dejado el tiempo
Hacer y rehacer paraísos efímeros por llevarlos
A la decadencia y al polvo, polvo tan húmedo
Tan mundano y sagrado, mapadre de cuánto vivo
Cuánto hay de uno en cada hermano ¿Cuánto?

Malditamente vamos cada uno con su fantasía
Tan diferentes y extraños, no concordamos
En la idea platónica de la periódica renovación
Alguien cede en el conflicto, el flujo es forzado
Dejarlo todo; devuelta a los caminos, y buscando

Nuevas formas de expresar el contenido desformado
Ideas fijas ardiendo como astros, molestando
Queriendo sacar el fuego retorcido de la conciencia abrumada
Ah pero el deber que uno ha olvidado cumplir
Preferiera postergarlo a otra vida, y en esta alguna
Vez dejarse ser la llama, la soga, el látigo, la daga; el símbolo

Ii

Hazte cargo si tú placer de muerte invoca sufrimiento
Que es dolor y placer solo válido, acordado
Hazte cargo. No es sencillo. Cargar el peso
De la libertad temblando entre tiempos discontinuos
Donde no hay verdad fundante sino inefables intuiciones

Eso es todo, intuiciones o culpas en el núcleo
Inrecordable de la cultura e historia, o del sueño de una
Eso es todo, vagas nociones de lo correcto
Casi nubladas por el deseo de fantasías de muerte
¿Por qué en el centro de la existencia habita lo perpetuo
Y lo destructivo? ¿Por qué habría de ser otra la forma?

Nos movemos en inquietos saltos a través del tiempo
El placer de uno es antetodo una condena
Entrambos una vocación entregada a la reincidencia
Raza sanguinolenta y criminal, los que no autores
Del crimen, al menos testigos, entregados
A la redención de una vida entera que no es
Entregarse a la seguridad de la creencia
Sino la existencia plena y diaria en lo incierto

A la redención de una vida entera, la restitución al fin
De un paraíso en tierra o la entera
Destrucción de cuánto todo hubo conocido
El espectro mínimo de la humana cognición
Nos jugamos la posteridad en cada presente sin notarlo
La posibilidad de acabarlo todo nunca deja
De acechar a lo humano, nunca deja de acariciarlo el placer