Pescadores van y vienen
por las aguas rumoreantes
en las noches caribeñas
alumbradas por estrellas
y la luna enflaquecida
por tantas fases cambiantes.
Navegan acariciados
por los vientos sibilantes
producidos por la proa
en su avance cortante.
Todo el día hubo recuas
que abordaron las redes
llenándolas con bondad
para que el negro Remigio
pudiera volver a puerto
y a la mañana vender
las ofrendas que el mar
muy bondadoso le dio.
(Pero antes de dormir
bueno es un trago de ron).
Siéntate a santiguarte,
y digamos unos rezos
al Dios de los pescadores
pa que volvamos enteros
dijo a su ahijado Zenón
que oficiaba de aprendiz.
Pero dígame padrino,
pa qué precisamos rezos
si siempre hemos llegado
con la destreza y el viento.
Mira chico, no se sabe
con qué nos vamo a topar,
si puede ser la luz mala
o un barco de piratas
que nos saquen lo ganado
y nos manden a la playa
con la bemba hasta el suelo.
Y como dicen los viejos
y aunque nunca los ví
lo mejor es prevenir.
Padrino, lo que yo creo
es que no creo en los cuentos
de piratas y ladrones.
Y sin querer ofender
la luz mala, con reparos
y pa usté, mis respetos.
La vuelta está asegurada
lo que flota siempre vuelve
haigan o no haigan piratas
y tampoco luces malas.
Áspera piel canela
curtida por muchos soles
y por el agua salada;
manos encallecidas
por las sogas y las redes;
golpeadas esas espaldas
por las olas y tormentas,
y ese crónico cansancio
por el esfuerzo y el mar
que entumecen los cuerpos.
Y ahorita mi ahijado,
la oración y a dormir,
ancla y timón atemos
y pa mañana lo invito
a un buen toque de santos
adonde vamo a cantarle
al sonar de tumbadora
a los dioses africanos
por la pesca que nos dieron
pa llenarnos las bodegas.
La luna se fue a dormir
escondida entre las brumas
y la pequeña barca
quedó en la oscuridad.
De pronto una tenue luz
se les acercó sin ruido,
como si alguna luz mala
les hubiera aparecido.
Venga negro, que agachados
el cuerpo vamo a esquivarle.
De pronto llegó la luz
derecho hacia sotavento
sacudiendo a la barca
al darle un golpe seco.
Los peces en las bodegas
despertaron de su sueño
y nadaron en las aguas
que en ellas los conservaban
y los dos hombres morenos
continuaron con los rezos.
Muy cerca del medio día
el agua trajo los cuerpos
de Remigio y de Zenón
que habiendo salido a pescar
sólo sus almas volvieron
vestidas de soledad.
Envueltos en sus mortajas,
ambos vestidos de blanco,
toque de santos les dieron
y misa de cuerpo entero.
Después de varias semanas
cuando todo era olvido
reparaban un barquito
en una pequeña isla
y lo pintaban de nuevo.
Más adentro, en un claro
dos piratas descansaban
sobre los pastos verdes
y uno de ellos contaba
historias de pescadores.