Yo erraba por la silente, frondosa alameda
cuando aquél improviso que respondí con creces
sobrevino: ví a la cándida y radiante Leda
junto a un albo Cisne de ademanes corteses.
Tal sucedido lo he de recordar mientras pueda.
Díjome aquella: \"Veo, joven, que desvaneces;
la ausencia de la rosa y la heráldica moneda
te hacen ver el mundo con barnices ciertas veces.
Pero ve hacia aquel viejo que enrolla el pergamino;
él alienta bajeles con su soplo divino
y noveles corona con su fresco laurel\".
Y se fue como el humo con el Cisne altanero...
Yo le dije a aquél viejo -resultó ser Homero-:
\"¡Le confío yo el remo de mi frágil bajel!\".