Son quinientos los días,
que la luz me visita.
Quinientas son las Lunas,
que atentas me vigilan.
Quinientas las fronteras,
que pase cada día.
Sorteando las trampas,
que me impuso la vida.
Son las luces vigías,
que entre los versos miran.
Son quinientas luciérnagas,
bailando entre las ninfas.
Las musas de la mano,
el camino me indican.
Los versos son latidos,
que me alientan y animan.
Quinientos son los viajes,
que emprendí en la agonía.
La agonía de empezarlos.
Con pasos tambaleantes.
De alcohólicos andares,
de un beodo que me guía.
El peso de los años,
sobre los dedos vibran.
Tableteando las letras.
Que ajenas se rebelan,
como traviesas niñas.
Quinientos manantiales.
Derramando a raudales,
pensamientos y rimas.
Voraces compañeros,
que estrujan los enigmas.
Maniatando las horas,
con temblorosas cintas.
Deshaciendo las tramas,
de recuerdos y cuitas.
Pasajeras locuras.
Que en la mente claudican.
Llora el verso en el sueño.
Aunque despierto ría.
En una duermevela,
llena de fantasías.
Sobre el lecho adornado,
donde duermen las rimas.
Gráciles duendes cantan.
Sobre las tiernas notas,
de atrevidas poesías.
La brújula devuelve,
a la senda perdida.
Machacona hacia el Norte,
donde termina el día.
Quinientos breves pasos.
Más a grande zancadas,
va ganando la vida.
Llenándose los pozos,
de guardadas reliquias.
Verso a verso se cumplen,
las promesas vencidas.
Los silencios dan paso,
a las rimas que gritan.
Quinientos son los retos,
cumplidos día a día.
A. L.
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