Vivo enclaustrado por tu amor,
como el ave azul que tras barreras
suspira cantando por un beso,
beso que se arrastra
hacia tus labios de fulgor.
Prisionero por devoción,
y mudo, y casi inerte, en mi silencio fatal,
que demuestra timidez en forma sepulcral.
Silencioso ante tu imagen,
agudizo mis sentidos,
y miro a un ángel que brilla
en el crepúsculo de lo que se va
y en el advenimiento de tu rostro nuevo.
Cada día eres diferente,
más hermosa, más cálida, más lejana.
Cada momento eres otra, con un rostro nuevo,
con una sonrisa angelical, con una figura celestial,
pero, eres otra, cada vez más distinta y con un rostro nuevo.
Y sin embargo te soy fiel como la realidad al rocío.
A veces en penumbra te siento,
como un ideal que a momentos se esfuma,
y en silencio te veo y callo
como calla el solitario de los ojos tristes.
Soy tuyo en mudez tormentosa
exquisita figura de la naturaleza,
frágil delicia de la hermosura,
y por fortuna
la vida me acercó a ti,
te manifestó ante mí,
ante el esclavo encadenado
el que vive en el suplicio,
recordándote entre las quemantes horas
del día y los minutos de las dulces estrellas en el cielo.
Y a todo esto,
no hay tiempo mío que no sea el tuyo.
En cambio tú, mi luna solar,
libre como un sueño de arco iris
que vuela sin barreras,
sin horizontes que tocar
y sin compromisos que tirar,
vives por encima de todo,
de todo lo que yo soy,
y más allá de eso,
te deseo más que nunca
porque soy de ti,
y siempre de ti,
el enclaustrado por tu amor.