Usted me
gusta Señor,
fue su dulce
confesión,
días y noches,
vive en mi
mente y en
mi corazón,
me acicalo
de lo mejor,
para penetrar
en su ser,
como un
remolino
vertiginoso,
o manso,
a veces dudo
de lograrlo,
a veces creo
ser ignorada,
pero no ceso
en mi afán,
de ser su
amante,
novia,
o esposa,
estar con Usted,
a Dios ruego,
no sé cuanto
debo esperar,
y si es toda
la vida,
no tenga dudas,
lo esperaré,
aún después
de este mundo,
mi cama está
inquieta,
con blancas
sábanas,
mi almohada
es mi confesora,
y sabe que
lo aguardo,
pregúnteme
algo Señor,
quiero que sepa
todo de mi,
y escuche
mis latidos,
sobre mis cálidos
redondeles,
Usted me
gusta Señor,
no me deje
morir de amor.
Víctor Bustos Solavagione