Te reparo más allá de los gemidos,
de la carne quieta que te anuncia,
exalta mis más retorcidos pensamientos.
Mis sentidos se agudizan
se alborotan,
se perturban,
se inquietan ante el vocablo atinado,
sensato,
afinado
que susurras a mi oído indicando que eternamente seré tu diosa.
El falo exasperado,
enardecido,
enloquecido
que invocas y a mi boca llena,
es el martillo que golpea,
se desplaza con cuál gracia
en el hundimiento que va dejando a su paso.
Navegas cada milímetro de mis labios,
con el liquido afrodisiaco que por sus comisuras vas dejando.
Los macizos que residen bajo mi dorso
no se asustan,
ni menos huyen al animal que te posee.
Amarras tu hombría en mis montañas,
en ese beso impopular, aborrecido,
que hace de mi la Cleopatra que adoras.
Tus manos se sustentan en mis cúspides,
mientras el macho que te infringe
esta en vaivén, en compás,
en la mitad de la parte baja de mi dorso,
surco inmortal de nuestra lujuria.
Ya cansados,
estropeados y absortos,
fundidos pero no difuntos,
nos abrazamos en espera del siguiente acto
para morir nuevamente al vaivén de mis caderas
LoreCruz
Madrigal de Luna
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Colombia