Se tornaban los paisajes sombríos,
caían tormentas de ultramar,
corría la lluvia sus senderos,
no hay vida aquí que pueda amar.
Eran las cinco de la tarde
y me paseaba vigilante
por colinas de tierra
y desiertos de asfalto brillante.
Conocía la tragedia
y me imperializaba el miedo
mas en un parpadeo
rompí en llanto sin remedio.
Había caido una estrella
que dolida palideció
y al llegar yo hasta ella
sólo una sonrisa me dió.
La observe por un minuto
luego partí en mi camino
pues es cruel el destino
y la eternidad es un mito.