No tengo nada que pensar,
no tengo nada que escribir;
Ha quedado mi mente en un vacío profundo,
en un vacío tan amargo, de flores marchitas,
de tristeza, de dolor.
No tengo nada para sonreír,
me callan las palabras, no tengo nada que cantar;
Solo he de pensar en la nada
porque eso fuiste para mi:
NADA.
No quise que te convirtieras en eso,
no quise acabar el colorido paisaje que veía en ti
siempre que te miraba;
no quise nunca acabar con la fantasía
de que serías para mi y solamente para mi.
Un llanto, una desolación,
como flagelos que castigan a mi alma.
No sé si llorar, si maldecir el maldito destino
que otra vez se ríe de mi, de mi desdichado corazón.
No se nada, porque aunque tú siendo nada,
te apoderaste totalmente de mi, de mi pensamiento,
de mi dicha, de mi alegría.
El arcoirís de mágicos colores que provoca una ilusión
se van desapareciendo poco a poco mientras llega el invierno;
este amor que te tengo, poco a poco se va esfumando
mientras me resigno a no tener tu corazón.
Que dificíl es, que amargo es, que triste es
aceptar que he perdido, que nada he ganado,
que nada tengo ni tendré de ti.
Es triste porque en ti veía todo, lo que quería,
lo que anhelaba enteramente en este mundo,
lo fascinante, lo absoluto.
Estás entre las cosas que amo... y que amé,
porque desde hoy te brindo el olvido,
para calmar mi pecho adolorido
y no sufrir en vano por este amor
que la suerte me ha prohibido.
En un rinconcito de mi memoria
estará tu cálido nombre,
entre las cosas que amé y que no fue mío.