Te perdono...
Te perdono los párpados
cerrándose,
los soles que abres
tan lejos de mí.
¡Cómo te rodeo
con mis manos!,
como los reflejos que mueren
sin alcanzarte
la frente; como las flores
que pueden mirarte así...
Con el cuerpo abrazado
de constelaciones
raras y bellas.
Te perdono
la ventana donde te observan
las hadas
que descosen el crepúsculo
de tus pies.
Te perdono
contra mi boca,
rosa del desierto que abunda
por tenerte
cerca,
con el beso que ansío...
Te perdono,
queriendo buscarme a
la velocidad de la luz,
porque te quiero vivir,
aunque sea para perdonarte...
Y te perdono hasta amar;
hasta amarte
la aureola donde se borda,
tembloroso,
el amor.