Te amo en la penumbra
de opulento fresco,
el carruaje del verano
rechina a lo lejos.
Es nuestro lecho
grupo de primaveras.
Yo te quiero
con tormento y certeza.
Tus dedos de nieve
apaciguaron heridas,
amarguras clavadas
entre toda la risa.
Habitándote los ojos,
vi blancas auroras,
llegaste entres calvarios
con tus calientes rosas.
¡Manantial tu cuerpo
donde las penas mueren
entre el claro abismo
de maldad ausente!
Fuera, el verano de pinos
es un verde extasiado,
las aves notas elevan
como teclas de piano.
Sol y viento, idéntico afán,
por los campos corretean,
alejados de la alcoba
donde el amor medra.