Mi mente está débil. Por fuera, mi cuerpo esta fuerte. Mi corazón sigue dañado, pues él insiste en quererte.
A tu lado, volé sobre la nube más alta. Sangrando de dolor, minuto tras minuto, mi corazón me recuerda lo mucho que me haces falta.
El día de tu partida, marco el comienzo de mi caída. Después de varios años, las medicinas, terapias y el alcohol, no han podido sanar mi herida. El tiempo ha llegado. Hoy me quitare la vida.
Lo intente y falle. En una piscina vacía, del trampolín más alto, un clavado me avente. Al chocar con el agua que apareció de repente, bañado en sudor, llorando desperté.
Dios amortiguo mi caída. El, más que nadie, sabe que aún no he cumplido mi propósito en esta vida.