La tibia sensación,
de sentir el olvido.
En los brazos dormidos,
del tiempo que se fue.
Leves hojas caídas.
Del árbol de la vida,
que brillan al caer.
Tenue voz acolchada,
de requiebros perlada.
Dulce canto atrevido,
que ama al renacer.
Manantial de sonidos.
Que tejen hilo a hilo,
la alegría de ser.
Un dolor asomado,
al quicio de la aurora.
Una sombra chinesca,
bailando alrededor.
Esos ojos de luna.
Entre las flores ciegos.
Esperando otros ojos,
al perfume acudir.
La fragancia absorbente,
de la mirada ausente,
que decide venir.
Roce sutil del sueño.
Entre tinieblas vivo.
Buscando los latidos,
del viejo corazón.
Grácil luz que rebosa.
De la jugosa copa.
Acuciante se afana,
en su afán de salir.
Acuñando las vidas.
En la senda perdida,
donde ansía vivir.
Tierna mano de goces.
Sortilegio sin nombre,
que acecha el devenir.
Retrepada en la sombra.
Suavemente empuñada,
en un gesto servil.
Frondosa la ternura.
Que en el fondo acaricia,
las penas del amor.
Los fantasmas pululan.
Con las sábanas puras,
danzando en derredor
Torna el sueño a la sima.
Donde el recuerdo anida,
esperando su fin.
El pensamiento acude.
Sorteando las nubes,
que ocultan el dolor.
A.L.
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