En silencio escucho el destilar del tiempo.
Los segundos gotean incesantes, mientras las horas se cuelan por las rendijas de mi memoria.
Me recuesto en el perfumado jardín de mis recuerdos. La brisa fresca besa mi cansada frente.
La soledad me hace compañía y me abraza fuertemente.
Las notas dulces de un piano se difuminan en el ambiente.
El río tormentoso de mis ojos se desborda. Salados cauces cruzan mi tez inerme.
La clepsidra inquieta de mis años, desgrana sus granos inclemente.
La vida se me escapa, se eleva como incienso en medio del templo sacro, dejando tras de si, una mezcla de ámbar, canela y madreselva.
Miro a lo lejos; cae la tarde. Los ruidos de la jornada cesan lento. La aves vuela buscando sus nidos. Todo tienta el descanso merecido.
Sorbo un tinto que desgarra mi garganta y calienta mis entrañas, mientras la nostalgia anida en mi corazón amante.
Nada que lamentar, todo que agradecer, espero con ansias la llegada de un nuevo amanecer.