Luna abrileña, fulgor de mármol,
centella de mis ojos,
sólo por ti en la noche vago.
Libélulas de ansias
en mi alma están revoloteando.
Pero la noche es nido sereno,
y las ideas duermen sueños de oro,
mientras fugitivo y lento
el viento avanza y las estrellas
orientan mis desvelos.
¡Ah luna de abril, callada!
Solitario soy como un navío
que en el mar de lo inmenso naufraga,
pero en la noche crece un orden,
ambiguo prodigio de la templanza.
Árboles sonámbulos, nubes brujas,
sobrias escoltas en las cavilaciones.
Voy y vengo con el alma en fuga,
que en medio de antiguas pesadillas
abre hoy la flor de la cordura.