Dejas caer en mí
toda la tinta de tu poema,
y la mueves deliciosamente
hacia mi boca.
Tu poema sabe a luciérnagas
que parpadean locas sobre mi vientre,
abriendo y cerrando
penumbra tras penumbra.
Tu poema juega a ser mío,
tardío de lluvias,
sostenido por ti
en cada esquina de mis labios.
Este deseo…
Esa sentencia…
Esta trampa…
Ese naufragio…
La tinta de tu poema
se desliza alrededor de mi cuerpo,
estrechándome más y más
hasta volverme luna
disfrazada toda de ti.
Como un espejo prieto de tinta
que canta envolviéndome
y me envuelve cantando…