De saliva turbia y boca pesarosa
su único oficio era la infamia,
su afición más selecta la perfidia,
el trasero puñal su obra encumbrada.
Miráse al espejo, tez ambigua,
y una mueca infestada la aprisiona,
ya con lástima maquilla sus heridas.
Esa niña que amé, me duele ahora
como duelen las llagas excesivas,
como duele el amor cuando lo clavan
contra su voluntad, bajo mentiras,
al madero que la muerte se devora.