Subiría a la cima de la montaña
más alta y cercana al cielo,
tanto que casi pudiera tocarlo,
y gritar que no creo en nada,
que no lo haré en ninguna fuerza,
ni en dios alguno, mientras
sigan existiendo la injusticia, el dolor
la necedad, lo inoportuno
y todo lo inmerecido por luchado.
No me hablen de oraciones,
ni de curanderos
baratos, ni de usted o yo misma,
sufriendo un día malo.
La vida es una lucha continua
y desesperada
para quienes vivirla no quieren
y para los que ilusos,
desearían vivir eternamente.
Y por la avenida del caos, deambulamos
los demás; figurantes de attrezzo
en un denostado teatro, espectadores
sin más de un espectáculo
dantesco, cómodos, recién cenados, vestidos
de postín y domingo, sin dolor
ni pena alguna que nos distraiga de la función
por la que hemos pagado
y nos permite ver la vida, desde el patio
de butacas de lo alto.
A oscuras, a hurtadillas, para que la culpa
no nos descubra y podamos
si acaso...Incomodarnos.
¡Qué magnánima es la hipocresía!
Pilar González Navarro.
Abril 2018.