La timidez de tus manos suscita
el deseo de enterrarme en tu mirada
y recorrer el mundo entero con los tuyos,
desnudando poco a poco la alborada.
Déjame morir embelesada de ternura
allí donde el lucero deposita su esplendor,
justo allí donde empieza el universo
precisamente donde muero yo.
Como un dulce aroma en las mañanas
piérdete conmigo en el misterio
de la locura que envuelve este momento
que sempiterna espero desvelada.
Déjame morir en el intento
o procura llevarme a las alturas
y como aves desenvueltas en el cielo,
en eterna sinfonía nos confundan.