Micaela

Floridos años


A nuestras almas de cara a los montes,
donde mi amor peinaba tus flores recién regadas,
y mi sangre se enredaba en tu cabello.
A mis palabras que no te pertenecieron
por estancarse en un aire vacio
que no medio nunca nuestros besos.
A nuestras bocas reducidas a un simple helecho.
A nuestros cuerpos que nos correspondieron,
entrelazando nuestras sombras descalzas,
inmediatas y solitarias,
A los faroles en los puertos como señal nocturna,
por verte libre y sola en la luz mía.
Al galope de esos corceles,
encubriendo los ojos marineros del viento,
erguiéndome otra vez a la sombra de tus besos.