Desierto de luz
son sus manos
que quedaron vacías.
Su alma incomprendida
coronada de lágrimas;
de oro su paz perlada.
Su voz...
nostalgia perfumada
de azahares.
Su alegría,
sacrificio póstumo
para sanar mis heridas.
Ha muerto la mamá...
Y sus manos tiemblan
en mi recuerdo...
-\"Toma hija mía,
necesitas algún dinero, quizás,\"-
mientras su precario monedero
ofrecía generosa.
Sus ojos,
dos turquesas
de transparente piedad...
que agudizan
esta larga tristeza.
Alguien llamó aquella tarde;
una oscura voz
en el teléfono
con una sola frase
que me quema hasta hoy:
¡Ha muerto la mamá!
Ingrid Zetterberg
Dedicado a mi madre, (cuya foto está arriba)
De mi libro \"Por los bosques del silencio\"
Año 2,018
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