Percibe mi corazón un cálido despertar,
¿será que el sol ha sucumbido al rezo?
Como pétalos descoloridos
cae el macizo hiel
que viene y agarra, que apuñala y se aleja.
¿Sanó acaso la afrenta?
Ya no sangra, no se cierra;
continúa a la intemperie.
A mi piel la ciñen tallos,
brotan fornidas ramas,
florecen hermosos lirios
donde antes había plaga.
Las constelaciones regocijadas
a la Casiopea absuelven,
sin refugiarse en la sombra
puede lucir su primor.
Escucho mi nombre y ya no temo,
la derrota ha alcanzado la malicia.
El horizonte se extiende ante mis ojos,
en mis manos el camino se desenvuelve
y de mi cerebro el antídoto mana.
No cesa la lluvia bárbara
que asola con humanos de cascajo,
se ha hecho de hielo la afluente.
Nada turba mi vehemente canto.