Hoy ha tenido lugar
el feliz acontecimiento,
en la puerta del quirófano chico
la enfermera grita gozosa:
¡ha sido libro!
Reclino mi cabeza en tu pecho
y pienso en los años, en las fatigas,
en la voraz trituradora de la primera planta
-será de sangre azul-
dice el administrativo de gafas progresivas.
Y yo me pierdo
en el trigal de tus cabellos,
en la redondez de tu ombligo,
en la comisura de la estrofa
que es calcada a tu sonrisa.
Arrullo de rula turca
que en la cúspide del castillo
proclama su voz, su canto,
forjado en las entrañas melosas
que resumas por el bello de tu piel.
Cara de pan
le ve el hombre de gorro erguido.
¿Y el alma?
Está en mi pulso de jornalero
y el cliché invelado
que al trazo de cada palabra
te proyecta en la cal del patio.
El párroco –manga corta de camisa-
bendice su buena lectura
y al salir, el cuponero
como si fuese viernes
nos mira y nos dice: ¡suerte!