Hay ingenuos convencidos
de que las calamidades públicas
se superan con mensajes comerciales
o falsas noticias de televisión.
También sabandijas ponzoñosas
que se valen de tan triste realidad
para ocultar su ignominia y su rencor.
Unos y otros patéticos y abominables.
Diletantes aturdidos
por ditirámbicos aplausos de salón,
que ofuscados paladean presuntuosos
el deletéreo brebaje del ridículo
en el cuenco azufrado de la vacuidad.
Horroroso panorama del presente
donde el creador legítimo
importa cero a la caterva espuria
de un pueblo ignaro, anestesiado y light.