Sueño con el día en que todos
nos volvamos un solo abrazo,
cuando cada quien sea ojo,
pie, oreja, corazón y brazo.
Ese día, los discursos políticos
se volverán innecesarios
porque cada quien se hará responsable
de su parte del trabajo.
Tampoco estarán presentes
los economistas mercenarios,
porque Wall Street no resistirá
fundirse en un mercado solidario.,
donde importe el bien ajeno
y el dólar no sea amo, sino esclavo.
Morirán las hipócritas revoluciones
que prometen lo soñado,
fosilizándose con el tiempo
en la forma de sindicatos.
Sueño, y no despierto
porque ese día la justicia, con su mano,
traerá una nueva vida
y para todos, un buen trabajo.
Ese día, el cielo y la tierra serán uno
y por fin las noches, se habrán acabado.