Hoy recorro
tu largo pasadizo, padre.
Aquel que separa mi vida
de tu muerte.
Las baldosas quebradas
crujen bajo mis pies.
Está sereno todo, papá,
como si no te hubieras ausentado jamás.
Como si yo aún fuera tu niña,
la que tú mirabas con ansiedad.
Hoy regresas a mí
en ese sillón avejentado,
desde el cual
tantas veces tus ojos
me dijeron adiós.
Tus notas musicales
aún vibran en mi alma, padre.
¡Cuánto extraño tu voz!
Hoy te siento en ese ambiente, flotar.
Es tu esencia que no me olvida,
que se quedó cobijada en mi soñar.
Papá,
una tarde te volviste niño.
Una tarde muy triste
de tu larga ancianidad.
Y hoy que vuelvo a tu estancia,
tan solitaria...
en ese olor a humedad
que guardan tus partituras,
algo de tu espíritu
parece retornar.
Ingrid Zetterberg
De mi libro \"Por los bosques del silencio\"
Año 2,018
Dedicado a mi amado papá, (cuya foto está incluída arriba)
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