Añoro aquel tiempo que vivimos juntos,
aquel que soñámos cargados de ingenio
subidos a lomos de tantas locuras
que manaban libres de nuestro silencio.
Añoro las sendas que alli compartimos
en tantos lugares que vieron tus ojos,
en todas las frondas de mil y un sentidos
en todas las nubes de tules borrosos.
Añoro las gentes que nos compartieron,
las almas inquietas de niños llorosos,
el fondo cautivo de quienes tuvieron
nuestro cuerpo y mente entre sus esbozos.
Añoro todo ello casi tan intenso
como el fuego vivo de la llama ingente,
como el aire gélido del gélido invierno,
como si ello fuese para sostenerte.
No tendo ahora dudas de cuanto me faltas
ni tengo palabras con las que dolerte
no consigo verte y te me desatas
un poco dia a dia, quizá solamente.