Tambores, tambores en la oscuridad.
Viejos cuentos
de otro tiempo
se presentan sin llamar.
Tambores,
cada golpe de sus baquetas
marca un enorme compás,
una suerte de cronómetro
de engranajes de metal.
El reloj de la cocina,
se les quiere, humillado, sumar.
No lo hay más veterano
en el arte de asustar con el tiempo.
El sonido de los tambores
va marcando el paso del tiempo.
Saludando al que llega,
despidiendo el viejo momento.
Son sus notas como un pulso,
sus golpes un espejo terrible.
Un reloj que no se detiene,
un destino ineludible.
Tambores, tambores en la oscuridad.
Tengo miedo de dormirme
y no volver a despertar.