Así de pequeña estaba la niña encendiendo cerillas para hacer una fogata y quemar sus recuerdos en las que se borrarían las líneas de su triste infancia. Las llamas se avivaban en pro de un duelo mayor, el que transitaba, el de la adultez, sin sobresaltos calmadamente recorría los peldaños día a día los mismos para ir al trabajo, para rodear la silla que la sostenía cada tarde y un jefe que no le sacaba los ojos de encima.
Las tardes monótonas transcurrían, por el visillo de la ventana con una cantante que soltaba su pecho grande y robusto de una opereta, a veces creía reconocerla en la calle, pero nunca se había animado a contarle que era una fiel seguidora ...donde cantaría, sería su modo de vida?. Preguntas sin respuesta .
Ella alumbraba aquella vívida fogata en busca de algún recuerdo que la trajera de vuelta a esa alegría olvidada de sus pasos perdidos .
De una familia gris y unos amigos que la buscaban a veces para salir los fines de semana. Su pareja un hombre introvertido que llevaba trabajo a la casa y ella con aquella misma voz de hace más de una década le preguntaba que le gustaría cenar.
Hijos no habían tenido se conformaron con un gato castrado que dormía muchas horas junto al hogar se revolcaba de una esquina a la otra del almohadón y volvía al mismo sitio.
Había soñado alguna vez una vida de princesa rodeada de plumas y cobertores lujosos de terciopelo y un cielo azul que nunca desaparecería, un tonel de vino donde se bañaba cada noche en la fantasía de un sultán de cuentos y que era todo aquello? Una fantasía que le daba vueltas a su cabeza, para no quedar sin palabras cuando su jefe la despertaba de su sueño despierta , sentada en la misma silla ya convertida en estatua de sal ...