A los niños
de todo el mundo
y a los míos
quisiera regalarles
la alegría y la paz
de los remansos
de los ríos.
Ellos son los nuevos
soles de la tierra
la semilla que nace,
que crece y se alza triunfante.
Ellos nos dan la alegría y la tristeza
la sonrisa, la fortaleza para guiarlos;
también crispan nuestros nervios
con su locura y su sorna.
Feliz día de los niños,
porque sin ellos
el mundo no tendría
sentido ni gozo,
ni alegría, ni felicidad.
Con ellos amasamos
el pan de nuestras vidas;
construimos la casa,
el puente, la ciudad
y también los países.
Por ellos nos enamoramos
del amor y de la mujer
que comparte nuestras lagrimas.
Por ellos enrumbamos
nuestros ojos suplicando
piedad y misericordia al Creador.
Un mundo sin niños
es lo que las guerras nos quieren dejar.
Un mundo sin sonrisas,
sin manitos maravillosas
que jalen el vestido de mamá
o el pantalón de papá.
Un mundo sin los pucheros
de sus boquitas de grana
que se desgranan en besos
cuando amorosos rodean nuestros cuellos.
Un mundo sin niños
No lo concibió Dios.
¿Porqué oh Dios
estamos asesinando a los niños?.
Tus lagrimas llegan hasta el mar
cuajadas en cuerpecitos
de los niños refugiados e ignorados
por los que algún día fueron niños.
Un mundo sin niños
solo lo habita la soledad.
Dejemos que los niños
crezcan para que amen
también a los otros niños
que asemillaran el mundo
con nuevas sonrisas.