minsandi

Hay un bolero

Hay un bolero asentado en el alma
que al despertarse enciende los sentidos.

Cantan los dedos, danzan los ojos
mientras la piel se viste con el frío.

La música que brota del corazón
teje en las arterias un abrigo.

Las palabras atiempan la música
que no disciernen los oídos.

En el silencio, se afinan los tambores
para iniciar el concierto de latidos.

Las agujas del reloj le añaden condimento
al cuadro, cargado de intimismo.

Luego, en el reposo de los ojos que danzan,
los dedos callan y la piel se torna abrigo.

Dos guitarras tocaron sus cuerdas melodiosas:
el bolero ya descansa, quedándose dormido.