Te he tenido en mis brazos
como gotas de rocío,
que al sol yacen secando
...y al amanecer se han ido.
Ya, sin la mar de tus labios,
sin la sed de tu vestido,
sin mis dedos amarrando
tu pecho contra el mio,
no necesito este cuerpo,
desván de sueños perdidos,
si el tuyo, se me aleja,
etéreo en el abismo.
Es más muerte la que vivo
que la que viene, y dejo,
maridar mi carne
con un agrio sabor de hastío.
Que avanza a borbotones
por el lecho de mis ríos,
e inunda mi catedral,
antaño esplendor del amor mio,
...hoy de sombras calladas
obscuras, sin ritmo.
Sin el áncora de la vida
que nos mantiene erguidos,
mi cuerpo se desploma
cae al suelo, mal herido,
mi ego lo abandona,
y desde arriba vuelvo, miro y digo:
-\"Ahí el héroe!, se ha roto,
cañaveral invicto,
por el viento retorcido,
pecio al pairo, parco, flojo.
Y aquí el alma!, gira,
transparentemente sucia,
buscando la calma,
que no tuvo en otras vidas\".
Las uvas de sus ojos
no se quisieron cubrir
con el edredón de los párpados,
y quedan expuestos,
lacados de brillante soledad.
El amarillo ronda sus pómulos.
(Último color de la vida y primer color de la muerte).
Una drosofhila le besa los labios.
(Probablemente la primera muestra de amor del mas allá).
Se acerca gente que nunca lo quiso.
(Aunque para eso no hace falta caer desplomado).
Ya todo es tarde y nada temprano.
(Esta obviedad no merece explicación, o sí).