(Octavas reales)
Fiel a la cita de la Navidad,
siempre me hallo deseoso y contento,
con el alma rebosando bondad
y el amor de Jesús como alimento,
que inunda mi espíritu de hermandad
y es la base de todo mi sustento.
¿Qué alimento mejor puedo tener
que el hijo de Dios en mí renacer?
Nos complacemos montando el belén,
o tomando un buen cava valenciano,
que a todos siempre nos sienta tan bien,
y en la bodega tenemos a mano.
Sin pensar ni por un momento en quién
cada día lucha y se esfuerza en vano
tan sólo por sobrellevar su sino,
no por degustar un cava o un vino.
Un gran pavo preside nuestra mesa,
luciendo un impresionante rustido,
al cual le untamos una salsa espesa
en un aire jocoso y divertido.
Y mientras alguien tu mejilla besa
con un beso filial y merecido…
El hambre a la puerta de muchos toca
sin nada poder llevarse a la boca.
¡Y esas calles tan bien iluminadas
que al mismo sol hacen la competencia!
Son fiel reflejo de un cuento de hadas,
y a comprar nos convida con urgencia
presentes a las personas amadas
y a gozar las fiestas con vehemencia,
sin darnos cuenta que en cualquier esquina,
la absoluta pobreza se adivina.
Es la Navidad un dulce regalo,
un preciado y precioso don del cielo
que nos envuelve con su áureo halo,
ofreciéndonos cobijo y consuelo,
redimiendo nuestro lado más malo
con vivas muestras de un puro desvelo,
que tristemente en muchas ocasiones,
forman sólo un par de buenas acciones.
Fiel a la cita de la Navidad,
siempre me hallo feliz y venturoso,
mas, tengo un sueño de felicidad,
presiento que sería muy hermoso
que por siempre nuestra fraternidad
nos hablara de que el mundo es dichoso
sin ceñirnos a una fecha marcada,
y que el amor, sea nuestra morada.
Juan Benito Rodríguez Manzanares