Y de aquella juventud
sólo remembranzas
de los amores tiernos,
tiernos como la primavera
que recuerdo con angustia e inquietud.
Los amores ardientes de verano
pasaron como sueños,
raudos como pájaros en el cielo,
flechas desplazadas en el firmamento
y sin que estuvieras tú.
Y al castigo a mi silencio
le siguió la brutal tortura,
por aquello que quedó pendiente,
de lo que pudo llegar a ser
nuestro amor sediente
de deseo y de pasión.
¿Y si la hubiera besado?
¿Y sí la hubiera acariciado tiernamente?
¿Por qué tuve que haber callado?
¿Por qué no haberla arrebatado?
Noches tempestuosas otoñales
de angustia, de dolor y de pena,
arrastrando mi cadena
bajo cruel condena.
Y en el invierno feroz
vuelve a surgir tu imagen
como una diosa justiciera
en reproche a la flaqueza infame
de tan débil actitud.
Y un llanto desolador
del corazón, se escucha demoledor,
entre noches negras, muy negras
de dolencia y de triste arrepentimiento
que no tiene perdón.