Caminaba lento por la solitaria playa de su existencia.
Las olas de la nostalgia besaban incesantes sus pies cansados.
Oteaba al horizonte mientras respiraba el salitre cálido de la ausencia.
Cerró sus ojos y evocó un lejano pasado que besó su frente e hizo punzante la soledad existente.
Desnudóse, poco a poco se adentró en ese inmenso mar, sin temor, sin reparo alguno. El agua cubrió su soma sufriente. Se sintió sereno, en paz, como regresar al reparo del seno materno. Abrió su boca, esa boca que antaño amó, besó, acarició, sintió… El agua fue llenando sus pulmones, mientras la vida se escapaba en cada burbuja que producía. Espasmos, dolor, terror, hasta que llegó la muerte. Dulce, liberadora, que supo acoger, en silencio mortuorio, su alma incomprendida, soñadora, inocente.