El joven estaba en medio de grandes explosiones de súper novas y no tenía refugio alguno. Estaba solo. No había nadie. Quería hablar pero las paredes no escuchaban. Las personas eran sordas.
Él, a su único amigo, lo dejó en el fondo de una caja en lo más recóndito de su habitación; a veces escuchaba en sus sueños aquellos, casi inexistentes, llantos delicados y cómo era predecible, al despertar, en sus ojos llovía.
Quería parecer fuerte y aguantar aquellas piedras que salían en picada con cada explosión y daban, de seco y siniestro, contra su cuerpo. No lloraba, pero dormía y era entonces que la tormenta se apoderaba del paisaje. Nadie podría explicar el cómo había llegado a tal lugar (nadie porque no notaban su ausencia). Pasó una \"estrella fugaz\" y él se tomó de uno de cráteres. Sintió alivio, regocijo... pero no duró. La estrella fugaz tenía otro destino aún más catastrófico y, de repente, se estrelló con otra; el muchacho salió despedido a toda velocidad y, ¡de un momento a otro! ¡estaba en su habitación abrazándose a sí mismo !. Sólo había sido un sueño.
Sus ojos se abrieron y el techo estaba allí, gélido y desabrido. Por un momento lo odió por su atrevimiento de no haber hecho algo para impedir nada. Al sentir una presencia caliente a su lado, su cabeza giró y, ¡ahí estaba!; era el sueño que siempre había soñado. Era la sombra qué de niño no le dejaba jugar. Era la voz que lo despertaba. ¿cómo era posible eso? Pero... ¿en realidad era posible?. Lo miró, sin más. Lo analizó. Se preguntó y sí, era idéntico a todo aquello sólo qué, en carne y hueso.
Su piel, en la oscuridad, era una nube... En realidad estaba fascinado pero, ¡de pronto se convirtió en un enorme asteroide e impactó contra él! Esas milésimas de segundos fueron eternas. Podía sentir cómo se rompía... No había nadie. Nada. Estaba vacío y... Lloró, no podía hacer más... No sentía más...